La cumbre COP16 del CDB de las Naciones Unidas celebrada en Cali (Colombia) ha llegado a un final agridulce, dejando al mundo algunos logros nuevos y muy bienvenidos, al tiempo que ha puesto de relieve muchos retos crecientes sin resolver.
La Presidencia colombiana, junto con otras partes ambiciosas, hizo grandes esfuerzos para subrayar la urgente necesidad de aumentar la financiación para la planificación y la conservación de la biodiversidad, especialmente necesaria para el Sur Global. El Norte Global debe canalizar la financiación pública y privada lejos de los daños y compensaciones, hacia soluciones positivas netas, que son las únicas que nos permitirán cumplir los objetivos del Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal (KMGBF).
Un paso positivo importante fue la creación del "Fondo de Cali", un mecanismo de reparto de beneficios para la información de secuencias digitales (DSI). Este fondo pretende garantizar que los beneficios empresariales derivados de los recursos genéticos (como los de la industria farmacéutica, entre otros) se compartan con las regiones de origen, formando parte de un intento de hacer justicia y apoyar los esfuerzos de conservación sobre el terreno, reconociendo a los administradores de la naturaleza. Voluntario, por ahora; el fondo puede considerarse simplemente un pequeño paso en la dirección correcta.
Otro hito fue la creación de un Órgano Subsidiario sobre la Participación Plena y Efectiva de los Pueblos Indígenas y las Comunidades Locales en el marco del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de la ONU. Este órgano proporcionará a las comunidades indígenas una plataforma formal de negociación para influir en los debates, reconociendo su papel fundamental como guardianes de la naturaleza y su posición en primera línea frente a las crisis interconectadas del clima, la naturaleza y la sociedad. Un acertado logro de la "COP de los Pueblos", y un pequeño paso hacia la justicia histórica.
No obstante, creo que la COP16 mostró al mundo cuántas cuestiones sin resolver nos quedan por abordar. Sólo 40 de los 196 países presentaron a tiempo sus planes nacionales de biodiversidad, y la financiación de la biodiversidad sigue siendo lamentablemente insuficiente. Al igual que los "remakes" de películas clásicas están de moda en Hollywood, para complacer a un mercado impulsado por la nostalgia, en el CDB parece que estamos asistiendo a una especie de remake del Acuerdo de París de la CMNUCC: La aplicación del CDB depende del progreso en la financiación, que está atascada. El enorme elefante en la sala obstaculiza las negociaciones sobre otras cuestiones clave, y la división Norte-Sur sigue siendo dolorosamente evidente. Las Partes dieron largas a la propuesta de un fondo $200B para la naturaleza, posponiéndola hasta el final de la COP. En las últimas horas, tantos delegados de las Partes se marcharon que se perdió el quórum de la conferencia y hubo que aplazarla: pospuesta a una COP extraordinaria provisional en 2025.
Fuera de las sesiones plenarias, pero dentro de la Zona Azul, hubo una gran presencia de delegaciones empresariales, numerosos foros y debates basados en el mercado y mucho énfasis en los "créditos", los "recursos" y las "valoraciones". Esto pareció desproporcionado en comparación con la presencia de actores y el número de debates impulsados desde los sectores de la sociedad civil, indígena y académico y de investigación. También parece que el sector privado sigue centrándose demasiado en la "E" y en la "riqueza de oportunidades en la naturaleza" (¿alguien más se quedó pensativo al oír "el Amazonas está abierto a los negocios"?), mientras que la "S" y la "G" están demasiado presentes. - mientras que la "S" y la "G" se siguen pasando por alto y subestimando. EcoCitizen ha querido recordar a sus audiencias y homólogos a lo largo de esta COP que los indicadores "S" -sociales- están lejos de ser trivialidades.
Mientras que en el Norte Global la atención podría centrarse en las diferencias salariales entre hombres y mujeres y los días de baja por enfermedad, los indicadores del Sur Global son marcadamente diferentes. En estas regiones, los indicadores sociales representan cuestiones de vida o muerte. Esta falta de atención por parte de los agentes privados del Norte Global refleja una desconexión preocupante y debería servir de llamada de atención a los reguladores de EE.UU. y la UE. Las empresas deben reconocer que sus cadenas de suministro implican vidas humanas reales, a menudo en condiciones severas. Cuestiones como el trabajo infantil, el trabajo forzoso y los entornos laborales inseguros son frecuentes, pero no reciben suficiente atención en comparación con las preocupaciones medioambientales, que en sí mismas siguen sin tener ni de lejos la importancia que deberían tener en las salas de juntas.
No puede haber solución a las crisis del clima y la naturaleza sin un enfoque integral de los derechos humanos y la garantía de prácticas éticas en las operaciones. Hemos escuchado a líderes indígenas y defensores de la justicia medioambiental poner de relieve la violencia y los desplazamientos provocados por actividades tanto legales como ilegales, en particular, pero no únicamente, en las industrias extractivas. La COP16 es un paso, pero está lejos de lo que se necesita para que las sociedades humanas prosperen junto a la naturaleza. La decisión de promover sinergias entre la biodiversidad y las políticas climáticas es positiva, pero necesitamos más proximidad y armonía entre las tres convenciones de Río 1992 (CMNUCC, CNUDB, CNULD), así como con otros tratados globales relevantes como el Tratado de la ONU sobre Plásticos, que esperemos nos permita terminar este año con un buen sabor de boca.
Se calcula que cada año siguen desapareciendo 10.000 especies, lo que debilita los ecosistemas y los sistemas humanos que dependen de ellos, debilitando también nuestra capacidad de resistencia al cambio climático. Los efectos nocivos de estas crisis naturales entrelazadas sobre las sociedades humanas son ya evidentes: fenómenos meteorológicos extremos, colapso de las cosechas, migraciones masivas, conflictos por la tierra fértil y el agua, aumento de la desigualdad económica e incluso tensiones en los sistemas democráticos de todo el mundo.
Fuera de la Zona Azul de la sede, Colombia y Cali ofrecieron una Zona Verde histórica, atractiva para toda la sociedad y para el interés nacional en la COP y en los debates sobre biodiversidad en general. El listón se ha puesto alto y los futuros países anfitriones tendrán la difícil tarea de alcanzarlo. La Zona Verde y la sociedad colombiana en general captaron realmente el espíritu del momento y aprovecharon todas las oportunidades para implicarse en las actividades públicas, los debates y la atención de los medios de comunicación para presionar a los delegados. El dinamismo, el pluralismo, la inclusividad y el optimismo esperanzador general que se respiraba en Cali y en otros lugares eran realmente palpables y dignos de elogio.
La COP30 de 2025 será un hito importante en el que podríamos ver un paso significativo hacia soluciones globales e integrales. Pero recordemos que no se trata sólo de conferencias de la ONU y de buena voluntad. Se trata de graves problemas cotidianos, de oportunidades cotidianas y de acciones que todos debemos emprender cada día.
O unimos nuestras fuerzas para afrontar estos retos urgentes y garantizar que todos vivamos dentro de nuestros límites planetarios, o juntos estaremos destinados a perecer.
Salvatore Coppola-Finegan
Presidente
EcoCiudadano
Cali, Colombia
2 de noviembre de 2024